Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(15)



Pensé que tal vez me había equivocado o que había llegado demasiado tarde. Mi alarma me indicó que me fuera de ahí porque, si había dos Cash en ese sitio, ?el peligro era evidente!, así que me di la vuelta, pero...

—?Venías a las pruebas para el periódico o...? —me preguntó Aleixandre antes de que yo abriera la puerta.

Sorprendentemente, su voz sonó amigable, como la de alguien que podía ayudarte en cualquier cosa. Al mirarlo de nuevo ya no vi confusión en su rostro, que era una mezcla más joven, relajada y vivaracha de los rasgos de Adrik y los de Aegan. Me mostraba una sonrisa muy parecida a la de un ni?o travieso cuando cree que las cosas se están poniendo interesantes.

Traté de sonar relajada:

—Sí, quería hablar con el presidente del club para...

—Pues yo soy el presidente del club —soltó con un gesto de ??mira qué casualidad!?.

Oh, por Loki, ?era en serio?

—Genial —fingí sorpresa.

él asintió con entusiasmo, me se?aló una de las sillas que no estaban ocupadas y me invitó a pasar:

—Vamos, puedes sentarte, no tienes que irte.

Maldije internamente porque salir corriendo ya no era una opción si no quería parecer una loca, por lo que me dirigí a una de las sillas con el peso de todas las miradas, excepto la de Aegan, sobre mí. En cuanto puse mi trasero en el asiento, justo cuando Aleixandre iba a seguir hablando como antes de que lo interrumpiera, una chica alzó la mano.

—?Sí? —Aleixandre le concedió la palabra.

—Esta chica asistirá como oyente, ?no? —preguntó, y su tono de voz era ese que sale cuando uno intenta disimular el odio que en realidad siente—. Porque las pruebas ya las hicimos.

No me detuve a fijarme demasiado en la persona que había dicho eso. Se me encendió la bombilla y me apresuré a sacar el teléfono del bolsillo. Luego mostré la pantalla con la hora exacta a todos.

—Técnicamente la hora no ha terminado —defendí con tranquilidad, sin ganas de crear conflicto—. El anuncio decía que las pruebas serían desde las doce y media hasta la una y media. Es la una y cuarto.

Aleixandre asintió como diciendo: tiene sentido.

Pero eso no terminaría ahí.

—Creo que permitirle hacer la prueba no sería justo —replicó de nuevo la chica, haciendo énfasis en su oposición y, para molestarme, hablando sin dirigirse directamente a mí, sino mirando a Aleixandre—. Todos llegamos a las doce y media. Nadie llegó tarde.

En realidad, su argumento era lógico. Llegar tarde cuando los demás habían sido puntuales era una falta de respeto, pero yo tenía una explicación.

—No he llegado a la hora porque el profesor de mi última clase acabó diez minutos más tarde —aclaré para que no pensaran que me había retrasado a propósito.

Pero eso no convenció a nadie. Los demás en la sala apoyaron la opinión de la chica: ?Es verdad?, ?Llegamos a la hora exacta?, ?No puede hacer la prueba cuando se le antoje?... A pesar de ese peque?o alboroto, Aegan continuó concentrado en la tableta, ignorando lo que pasaba, pero quizá escuchando con atención. Aleixandre fue el que paseó la mirada medio entornada y muy divertida sobre cada persona que hablaba hasta que todos se callaron. Después se quedó en silencio, como sopesando la decisión al estilo del presentador de televisión en un momento decisivo.

Noté que tenía la mirada chispeante de alguien para quien todo era un jueguito.

Demonios, ?mi oportunidad de entrar en el periódico dependía del que podía ser el inmaduro de los Cash? ??Por qué me perseguían esas desgracias?!

—Propongo que lo sometamos a votación —soltó con un lento dramatismo.

Listo, perdería. Era obvio que todos votarían en mi contra. él lo sabía. La chica también, porque giró la cara y me dedicó una peque?a y disimulada sonrisa de satisfacción. ?Has visto la película Legalmente rubia? Pues me miró de la misma forma que Vivian Kensington miró a Elle Woods cuando mostró su anillo de compromiso.

De acuerdo, sería un día pésimo. Pensé en darme la vuelta e irme y no jugar a ser Elle, pero habría sido de cobardes. Así que al final decidí enfrentar el momento con la misma cara seria y firme con la que Elle había afrontado a la gente de la fiesta a la que llegó vestida de conejita.

Las cabezas asintieron con cierta duda. La mayoría aceptaron la idea.

No, no lo estaba, pero discutir por ello me habría hecho quedar peor.

—Supongo —fue lo que dije.

—Lo haremos así —asintió él. Hizo una peque?a pausa y luego lanzó algo que nadie se esperaba—: Pero pondré algunas condiciones.

La chica hundió las cejas, entre confundida y contrariada. Incluso a mí me tomó desprevenida eso. Qué tipo de condiciones, ?eh?

Aleixandre lo explicó con una voz de ?esto será interesante?:

—Si dejamos que ella haga la prueba, cualquiera que llegue tarde en lo que resta del semestre, por cualquier razón, no tendrá ningún tipo de problemas. Si no dejamos que haga la prueba, será lo contrario: nadie podrá llegar tarde, ni un minuto más de la hora acordada o será expulsado del periódico. Así que ?quiénes están en contra de que la chica tenga una oportunidad?

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