Save Us (Maxton Hall #3 )(19)



—Pero eso no fue suficiente de todos modos. Siento mucho, mucho lo que pasó ayer.

—Lo sé.— Responde en voz baja. Me da la mano. Levanto la cabeza para mirarla. Veo tristeza en su vista, pero también algo más. Algo que entiendo porque es bueno, familiar.

—Ahora mismo, lo más importante para mí es estar contigo y con Lydia. Eres lo más importante para mí.

Aflojo mi pu?o apretado, lo doy vuelta, tomo la mano de Ruby, la levanto suavemente hasta mi boca y pongo mis labios sobre su piel.

La mirada de Ruby se está calentando cada vez más. Más y más vida.

—Por un momento lo dudé—, admite en voz baja. —Bajo la oficina de Lexington.





Asiento con la cabeza. Yo lo veo. La incredulidad y la decepción en su vista me golpea justo en el corazón. Me doy cuenta de que he cometido graves errores en el pasado. Pero esas fotos... Eso ya no es parte de mi vida. Tales intrigas no son adecuadas para el hombre que soy ahora, o más bien para el hombre que quiero ser.

—No tenía ni idea de que todavía las tenía en mi teléfono.— Ruby asiente con la cabeza.

—No será fácil convencer a Lexington de que la verdad es diferente.

—Probablemente no.

Los dos nos estamos metiendo en la mente del otro por un tiempo.

—?Qué hay de Lydia?— Finalmente me pregunta a Ruby. —?Qué pasará ahora?

72

—Vivirá con la tía Ofelia y tendra clases particulares para poder terminar la escuela. Mi padre la ha amenazado con llevar a Sutton a la corte si se opone.

Ruby está tiesa, y en sus ojos veo la misma rabia que me llena a mí también.

—También me gustaría empacar mis cosas y largarme de allí.

—?Por qué no lo haces?— pregunta cuidadosamente. —Tal vez entonces tu padre entre en razón y entienda que cometió un error.

Lo niego rotundamente.

—No puedo empeorar las cosas en casa. Si me mudo, perderé mi única oportunidad de convencerlo de que deje volver a Lydia.

Las cejas de Ruby se fruncen. —Así que eso significa...





—Que por ahora haré lo que él quiere que haga...— término en silencio.

—Oh, James.

Me encojo de hombros. Lo último que quiero hacer con esta visita es molestar a Ruby con los problemas de mi familia otra vez. Ya tiene suficiente sobre sus hombros. No debería preocuparse por mí y mi hermana todavía.

—?Crees que va a cambiar?— Ella pregunta. Y alisa el dorso de mi mano con su pulgar.

Pienso en ello intensamente. Nunca me pregunté si mi padre cambiaría alguna vez. A mis ojos, siempre fue sólo Mortimer Beaufort, un hombre de negocios que me exigió tanto y me presionó tanto desde que era un ni?o que todavía creo que me voy a asfixiar en cualquier momento.

73

Tengo un sue?o tan recurrente que me estoy ahogando y mi padre está parado sobre mí y me ve morir. Así es como me siento ahora mismo.

—No lo creo.— respondo con un escalofríoo.

Ruby se acerca un poco más. Nos tocamos la cabeza. —Estoy contigo.— Susurra.

No respondo. Sólo la abrazo y la atraigo hacia mí.

—Salgo de casa este el fin de semana, iré con Lydia.— Digo después de un tiempo. —Estará bien en casa de la tía Ofelia en Beckdale, pero no conoce a nadie allí y no quiero que se sienta sola.

Ruby me mira con compasión, aunque esto es lo último que quería. Ella tiene sus propios problemas, no debería molestarla con los nuestros.

—?Puedo ir contigo?— pregunta después de mucho tiempo.





—?Con Lydia?

Asiente con la cabeza. Creo que siente mi sorpresa, porque antes de que pueda responder, a?ade rápidamente: —Solo una vez. Si quieres.

—Lydia estará encantada.— Me muevo un poco hacia atrás para mirarla, y a?ado en silencio: —Igual que yo.

Haría cualquier cosa por pasar todo el día con ella, pero todavía tengo algo que hacer hoy, y no es algo agradable.





74

Aparco delante del Red Heaven y salgo. Me siento raro conduciendo solo, pero el sábado, después de volver de Pemwick, Percy dijo que no se sentía bien, y nadie lo ha visto desde entonces. No lo culpo. Devolver la llorona Lydia a la tía Ofelia, y luego regresar como si nunca hubiera tenido nada que ver con él.

Con más fuerza de la necesaria, cierro la puerta del coche y camino unos pasos hasta la entrada del club. El sol casi se ha puesto, a lo lejos el cielo sólo se ilumina con un brillo rojo.

Quito las pesadas cortinas de terciopelo y entro. Estoy rodeado por un familiar y dulce olor a polvo, asfixiante, que llega hasta mi garganta. Creo que nunca he estado aquí sobrio. Sin alcohol, este olor, combinado con la visión de las bailarinas en la pista, que se retuercen en una luz roja rosada en una canción lenta con un bajo intenso, me parece irreal. Como un mundo en el que soy un extra?o, aunque solía pertenecer a él.

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