Espejismos(6)



Cojo la mochila y salgo del coche; mis labios se encuentran con los de Damen en el mismo instante en que él se sitúa a mi lado.

—Vale, en serio. ?Cuánto va a durar esto?

Ambos nos separamos para mirar a Miles.

—Sí, estoy hablando con vosotros. —Nos apunta con el dedo—. Me refiero a los besos, a los abrazos y a lo de darnos el tostón con vuestras constantes ?o?erías. —Sacude la cabeza y entorna los ojos—. Hablo en serio. Esperaba que a estas alturas ya hubierais acabado con todo ese rollo. No me malinterpretéis, a todos nos alegra mucho que Damen haya vuelto al instituto, que salgáis juntos de nuevo y que penséis vivir felices y comer perdices. Pero ?no creéis que ha llegado el momento de moderar las cosas un poco? Porque algunos de nosotros no somos tan felices como vosotros. Algunos de nosotros andamos algo necesitados de amor.

—?Andas necesitado de amor? —le pregunto con una carcajada. No me ofende lo más mínimo nada de lo que ha dicho, ya que sé que tlene mucho más que ver con los nervios de la representación que con Damen y conmigo—. ?Qué ha pasado con Holt?

—?Holt? —repite con un gru?ido—. ?Ni se te ocurra mencionar a Holt ?No sigas por ahí, Ever! —Sacude la cabeza y se da la vuelta para dirigirse a la puerta de entrada.

—?Qué es lo que pasa? —pregunta Damen, que me da la mano y enlaza sus dedos con los míos. Sus ojos revelan que aún me quiere, a pesar de lo que ocurrió ayer.



—Ma?ana es el estreno. —Me encojo de hombros—. Está tan asustado que le ha salido un grano en la barbilla y, claro, ha decidido que nosotros somos los culpables —le explico mientras observo cómo Miles entrelaza su brazo con el de Haven para guiarla hasta la clase.

—No volveremos a hablaros —dice mi amigo al tiempo que nos mira por encima del hombro con el ce?o fruncido—. Nos pondremos en huelga hasta que dejéis de actuar como tortolitos enamorados, o hasta que este grano desaparezca, lo que ocurra primero —dice medio en serio.

Haven se echa a reír y sigue caminando a su lado mientras Damen y yo entramos en clase de lengua. Pasamos junto a Stacia Miller, que sonríe con dulzura a Damen antes de intentar ponerme la zancadilla.

Sin embargo, justo cuando deja caer su peque?o bolso en mi camino con la esperanza de provocar una sonora y humillante caída de bruces, ?visualizo? cómo se eleva el bolso y ?percibo? cómo se estampa contra su rodilla. Y aunque también puedo sentir el dolor, no puedo dejar de alegrarme.

—?Ayyy! —gime al tiempo que se frota la rodilla y me fulmina con la mirada, a sabiendas de que no tiene ninguna prueba tangible de que lo ocurrido sea culpa mía.

Yo me limito a pasar de ella y a sentarme en mi sitio. Ya se me da mejor ignorarla. Desde que logró que me expulsaran por beber en el instituto he hecho todo lo posible por no cruzarme en su camin0, Pero a veces… a veces no puedo evitarlo.

—No deberías haber hecho eso —susurra Damen, que intenta componer una mirada de reproche mientras se inclina hacia mí.

—Por favor… Eres tú quien quiere que practique la manifestación —digo antes de encogerme de hombros—. Parece que las lecciones por fin empiezan a dar sus frutos.

Me mira y sacude la cabeza.

—?Sabes? La cosa está incluso peor de lo que pensaba —me dice—, porque, para tu información, lo que acabas de hacer era telequinesia, no manifestación. ?Ves lo mucho que te queda por aprender?

—?Tele… qué? —Entorno los párpados. El término no me resulta familiar, aunque la acción ha sido bastante divertida.

Me da la mano. Una sonrisa juguetea en la comisura de su boca cuando me susurra:

—He estado pensando…

Echo un vistazo al reloj, compruebo que pasan ya cinco minutos de las nueve y me doy cuenta de que el se?or Robins acaba de salir de la sala de profesores.

—El viernes por la noche. ?Te apetece que vayamos a algún lugar… especial? —pregunta con una sonrisa.

—?A Summerland, por ejemplo? —Mis ojos se abren de par en par y mi pulso se acelera. Me muero por regresar a ese lugar mágico y místico. Una dimensión entre dimensiones donde puedo hacer aparecer océanos y elefantes, donde puedo mover cosas mucho más grandes que bolsos-proyectil de Prada… Necesito que Damen me lleve allí.

Sin embargo, él se ríe y niega con la cabeza.

—No, a Summerland no. Aunque volveremos allí, te lo prometo. Estaba pensando en ir a… no sé… tal vez al Montage o al Ritz, ?qué te parece? —pregunta arqueando las cejas.

—Pero la obra de Miles es el viernes y le prometí que estaríamos allí —le explico, consciente de que había olvidado convenientemente el estreno de la representación de Hairspray de Miles cuando pensaba que iba a ir a Summerland y que, ahora que sé que Damen quiere ir a uno de los hoteles más lujosos de la zona…, mi memoria se ha recuperado de repente.

—Vale, entonces iremos después del estreno, ?te parece? —sugiere. Sin embargo, cuando me mira, cuando ve lo mucho que vacilo y cómo aprieto los labios en busca de una buena excusa para rechazar su proposición, asiente—. Está bien, no lo haremos. Solo era una idea.

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