Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(5)



En mi ficha mental quedó: ?Esta chica podría vender porros y al mismo tiempo liderar un ejército contra un país?.

La siguiente mano me la ofreció el chico. Lucía un ligero bronceado y, aun así, se le veían muchas pecas repartidas por la nariz, pero su aspecto no era nada simple ni sencillo. Si hubiese necesitado dos palabras para describirlo, habría dicho: ?Fabulosamente exagerado?. Llevaba puesta una chaqueta azul eléctrico y una pajarita dorada con lentejuelas. Sus tejanos eran casual, pero la manera en la que todo se unía en él resultaba llamativa al igual que sus ojos verdes. Tenía ligeros reflejos en el cabello color miel, y el toque final lo daba la hendidura en su barbilla, sutil pero interesante.

—Dashton —se presentó con una voz muy carismática—. Pero mi familia me llama Dash porque suena menos gay.

—?Cómo debo llamarte entonces? —le pregunté.

—Dashton —contestó con un gui?o.

No pude evitar sonreírle.

Gente agradable, no iba tan mal.

Kiana empezó a llenar un vaso con el barril que había junto a la mesa.

—Vaya, Artie, has tenido suerte este a?o con tu compa?era —comentó mientras esperaba a que el líquido llegara al borde de su vaso—. A mí me ha tocado una chica muy rara que parece tener miedo de que se le hinche la lengua si habla. La invité a venir, y solo me miró, se metió en el ba?o y comenzó a tirar de la cadena del retrete repetitivamente. Creepy.

Se giró otra vez y me ofreció el vaso que acababa de llenar. Negué con la cabeza, pero con algo de cortesía.

—Es cerveza alemana —aclaró Dash, claramente ofendido, al ver mi gesto.

—No me llevo bien con la cerveza —volví a rechazar.

No era del todo cierto. Me encantaba la cerveza. No aceptar una era como cometer pecado, pero era el primer día, no los conocía bien, y algo muy importante: el peor enemigo de una persona con secretos es el alcohol.

—No está adulterada, si eso es lo que te preocupa —aseguró él, y para demostrármelo le dio un largo trago al vaso. La manzana de su cuello ondeó hasta que se lo pasó todo, y lo confirmó con un eructo y una amplia sonrisa—. ?Ves? Tan sana como todos los que estamos aquí.

Me pregunté si un sorbito sería catastrófico. Podía fingir que estaba bebiendo, ?no?

—Déjala, Jude es diferente —salió Artie al rescate, ya con su vaso lleno—. Para empezar, no sabía quiénes eran los Cash.

Kiana y Dash me dedicaron una mirada ce?uda de ?imposible?. Yo tuve que confirmarlo. Entonces él resopló como si fuese demasiado absurdo.

—Pues estará mintiendo —opinó, muy seguro—. No saber quiénes son los Cash es como si no supieras quiénes son las Kardashian o algo así. Has tenido que oír sus nombres alguna vez.

Kiana suspiró con fastidio.

—Si vamos a empezar a hablar del trío endemoniado, avísenme para beber más rápido.

Dash se puso una mano junto a la boca para decir algo como si fuera un secreto.

—A Kiana no le gusta el tema —me susurró.

—No me gusta cuando se trata de hablar bien de ellos —corrigió ella, poniendo los ojos en blanco.

Interesante: a Kiana le caían mal.

—Artie dijo que todos adoran a los hermanos —mencioné, intentando recabar información.

Kiana alzó los hombros.

—Pues sí, una parte los sigue con fidelidad.

—?Cómo decía ese artículo que sacaron sobre ellos el a?o pasado? —dijo Dash con cierta burla.

Kiana lo enunció con dramatismo, pintando un encabezado en el aire con ambas manos:

—Que Aegan es el futuro político, Aleixandre el futuro social y Adrik el futuro humanitario.

Dash soltó una risa. Por alguna razón, Artie no. Ella solo bebió de su vaso y miró hacia otro lado. Notar nuevamente ese gesto de inquietud hizo que ignorara el que hizo Dash al comentar:

—Yo solo creo que son el futuro de las mentiras.

Kiana le dio un codazo rápido que me impidió preguntar a qué se refería.

—Ya basta de hablar de esos engendros, ?sí? —dijo Kiana con exigencia. Luego puso su atención en mí—: Jude, es momento de que le des un buen trago a tu cerveza, y no te puedes negar porque es la ley estudiantil que todos tenemos que cumplir para pasar la iniciación que me acabo de inventar. Vamos.

Tras la presión de sus miradas y el silencio insistente, acepté.

Y ese fue el primer error.

No.

Tal vez fue el GRAN error.

—Por la iniciación —repetí justo cuando los cuatro decidimos chocar nuestros vasos.

Fue la de iniciación, sí, pero de otra ronda más.

Apenas probé la cerveza, mis papilas gustativas gritaron como Minions: ??Está riquísima!?, y exigieron más, y bueno, tuve que darles lo que querían, por lo que una hora después ya me había bebido tres vasos. Parecían pocos, pero fueron suficientes para hacerme sentir el delicioso mareo producido por el alcohol. Si no me emborraché demasiado, fue porque me los bebí y porque fui a vaciar la vejiga más de tres veces... cofcofdetrásdeunárbolcofcof.

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