La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(14)



Nadie había conseguido oponerse jamás al poder de la PsiNet, el único modo de abandonarla era la muerte.

—Vamos. —Tamsyn le hizo se?as para que se acercara—. Son absolutamente decadentes.

Sascha nunca había pensado en la comida en esos términos. Espoleada por la curiosidad, se acercó para coger una galleta todavía caliente. El chocolate era una sustancia dulce codiciada por los humanos y los cambiantes. No estaba incluida en la dieta de los psi, pues su valor nutricional podía ser cubierto por otros alimentos más convenientes.

—Lo estás mirando como si nunca hubieras probado el chocolate.

Lucas se apoyó contra la encimera, a su lado. La diversión que se reflejaba en su rostro era inconfundible, y Sascha sintió que le ardían los dedos por el deseo de recorrer aquellas marcas, de averiguar si eran suaves o duras, sensibles o no.

—No lo he probado.

Se concentró en la galleta en lugar de en el calor que emanaba de la piel de Lucas. Ahora que se había despojado de la chaqueta, podía ver demasiada de aquella dorada carne masculina.

Tamsyn abrió los ojos desmesuradamente.

—Pobrecita. De cuántas cosas te han privado.

—He recibido una nutrición equilibrada durante toda mi vida. —Se sintió obligada a defender a los suyos, aunque sabía que estos no dudarían en deshacerse de ella en cuanto descubrieran su defecto.

—?Nutrición? —Lucas sacudió la cabeza haciendo que el cabello negro se le deslizara por los musculosos hombros—. ?Solo comes para poder subsistir? —Devoró la galleta de dos bocados—. Encanto, eso no es vida.

En sus ojos burbujeaba la risa, pero también algo ardiente, algo que susurraba que él podría ense?arle a vivir de verdad.

Sascha tragó saliva para reprimir la oleada de deseo que amenazaba con hacer pedazos su control. Lucas Hunter era como una bebida potente, y una parte loca de sí misma deseaba tomar un sorbo y comprobar si sabía tan bien como parecía.

—Adelante —la animó Tamsyn haciéndola regresar a la realidad, afortunadamente—. Prueba una antes de que Lucas se las zampe todas. No voy a envenenarte.

Sascha tomó un bocado con cautela… y se sintió invadida por las sensaciones.

Hizo todo cuanto estuvo en su mano para no sollozar. No era de extra?ar que, en otra época, la Iglesia hubiera calificado el chocolate como una tentación del demonio. Se lo tomó con calma, pese a que deseaba tragárselo y arramplar con todo el plato, y se la terminó despacio.

—Tiene un sabor poco usual.

—Pero ?te gusta? —preguntó Tamsyn.

—Los psi no hacen distinciones, ?verdad, Sascha? —respondió Lucas antes de que ella pudiera hacerle.

—No. —No lo hacían si eran normales. Se preguntó si alguien lo notaría si tomaba otra galleta—. Algo es útil o no lo es. El gusto no tiene nada que ver.

—Toma. —Lucas le acercó otra galleta a los labios—. Quizá el chocolate te haga cambiar de opinión.

La tentación moraba aún en la pícara sonrisa de los labios de Hunter. Sascha no fue lo bastante fuerte como para resistirse.

—Puesto que todavía no hemos almorzado, esto me proporcionará las calorías necesarias.

—?Lucas! ?Has estado trabajando durante la hora del almuerzo otra vez? ?Sentaos los dos! —Tamsyn se?aló hacia la mesa—. Nadie se marcha de mi cocina con hambre.

Sascha estaba confusa por la jerarquía que imperaba en la habitación.

—Creía que Lucas era tu alfa.

Lucas rió entre dientes.

—Así es, pero esta es la cocina de Tamsyn. Deberíamos sentarnos antes de que nos arroje una olla a la cabeza. —Se encaminó hacia la mesa—. Tammy, lo confieso. He venido para que me des de comer. No hay nadie que cocine como tú.

—Déjate de zalamerías, Lucas Hunter. —A pesar de las cortantes palabras, la morena sonreía.

Sascha procuró terminarse la galleta a peque?os bocados en lugar de devorarla.

Iba a tener que pasar de contrabando algo de chocolate a su apartamento. Por primera vez había encontrado algo relativamente seguro con que satisfacer sus sentidos. Un pecado más no cambiaría nada en una vida que había vivido en secreto desde que podía recordar.

Acababan de ocupar sus asientos cuando dos peque?os cachorros de leopardo irrumpieron en la habitación. Con los ojos como platos, Sascha observó que el par se deslizaba por el suelo de madera pulida antes de que la alfombra los frenase. Dejaron tras de sí una estela de varios ara?azos largos y finos.

—?Roman! ?Julian! —Tamsyn salió de detrás de la encimera y cogió a ambos cachorros del pellejo del cuello— ?Qué creéis que estáis haciendo?

Dos avergonzadas caritas peludas se volvieron para mirarla. Sascha se quedó fascinada por los maullidos gatunos que surgían de sus gargantas.

Tamsyn rompió a reír.

—Sois un par de tunantes. Sabéis que no debéis correr por la casa. Ya he perdido dos jarrones esta semana.

Los cachorros se revolvieron.

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