Puro (Pure #1)(5)



—?Creéis que fuimos los primeros en concebir una cúpula?

?Vale, lo pillo —piensa Perdiz—: antiguos, túmulos, tumbas, bla, bla, bla…?

Delante de la clase, Glassings viste su americana almidonada de siempre, con el emblema de la academia, y una corbata azul marino con el nudo demasiado apretado, como es habitual en él. Perdiz preferiría que Glassings abordase la historia reciente, aunque nunca se lo permitirían. Solamente saben lo que les han contado: Estados Unidos no empezó la pelea pero actuó en defensa propia. Las Detonaciones fueron cada vez a más y llevaron a la destrucción casi total. Gracias a las precauciones que se tomaron en la Cúpula de forma experimental —como un prototipo de vida sostenible ante posibles detonaciones, ataques víricos y catástrofes medioambientales—, esa zona es probablemente el único lugar de la Tierra donde hay supervivientes, y ahora los miserables de las inmediaciones están gobernados por un régimen militar débil. La Cúpula vela por los miserables y un día, cuando la Tierra se haya recuperado, volverán para cuidar de ellos y empezar de cero. Tal y como lo cuentan parece sencillo, pero Perdiz sabe que la cosa tiene más miga y está convencido de que el propio Glassings tendría bastante que decir al respecto.

A veces el profesor se emociona dando clase, se desabrocha la chaqueta, se aparta de los apuntes y se queda mirando a la clase, fijando los ojos en un muchacho tras otro por un momento, como si quisiera que entendiesen algo que desea recalcar, que asimilen una lección del pasado y la apliquen en el presente. A Perdiz le gustaría, siente que sería capaz, al menos si tuviese algo más de información.

El chico alza la barbilla para que el aire frío le dé de lleno en la cara y entonces, de repente, recuerda a su madre preparándoles la comida a su hermano y a él, vasos de leche con burbujas hasta los bordes, salsas aceitosas, el interior hueco y blando de los bollos de pan. Comida que te llenaba la boca, que despedía vapor… Ahora come pastillas con la formulación perfecta para una salud óptima. Perdiz se las mete en la boca y no puede evitar recordar que incluso las que su hermano y él tomaban antes sabían ácido, se te pegaban a los dientes y tenían forma de animales. Y en ese momento el recuerdo se desvanece.

Estos breves recuerdos viscerales le resultan bruscos. últimamente le sobrevienen como un golpe repentino, en un choque entre el ahora y el ayer, incontrolables. No han hecho más que empeorar desde que su padre le aumentó las sesiones de codificación: el extra?o cóctel de medicamentos que recorre su flujo sanguíneo, la radiación y, lo peor de todo, los moldes corporales donde lo encierran para que solo ciertas partes de su cuerpo y de su cerebro queden expuestas en cada sesión. ?Moldes de momia?: así empezaron a llamarlos los amigos de Perdiz después de una de las últimas clases de Glassings, cuando les habló de culturas antiguas que envolvían a sus muertos. Para las sesiones de codificación los muchachos de la academia forman filas y son conducidos al centro médico, donde los meten en cuartos individuales. Una vez dentro, se desvisten y se introducen en uno de esos moldes de momia, donde los dejan confinados en aquel traje caliente; luego se visten de nuevo con los uniformes y los conducen de vuelta. Los técnicos avisan a los chicos de que hasta que el cuerpo se acostumbre a los nuevos ajustes pueden experimentar vértigos o pérdidas repentinas del equilibrio que remiten una vez que la fuerza y la velocidad se asientan. Los muchachos están ya acostumbrados, solo son retirados del equipo un par de meses porque se vuelven torpes durante una temporada, tropiezan y se caen de bruces en el césped. El cerebro sufre la misma descoordinación, de ahí los extra?os recuerdos repentinos.

—Un hermoso barbarismo —dice ahora Glassings sobre una de las culturas antiguas—: reverenciar a los muertos.

Es uno de esos momentos en que no lee los apuntes. Se queda mirándose las manos extendidas sobre la mesa. En teoría no debe hacer comentarios aparte, como ?un hermoso barbarismo?; ese tipo de cosas pueden malinterpretarse, podría perder su trabajo. Pero no tarda en reaccionar y le pide a toda la clase que lea en voz alta al unísono lo que pone en el prómpter.

—Los modos autorizados de deshacerse de los muertos y conservar los objetos personales en los Archivos de Seres Queridos… —lee Perdiz con todos.

Unos minutos después Glassings está hablando de la importancia del maíz en las culturas antiguas. ??El maíz? —piensa Perdiz—. ?Es broma? ?El maíz??

En ese momento llaman a la puerta y Glassings levanta la vista del libro, extra?ado. Todos los muchachos se ponen firmes en su sitio. Una segunda llamada.

—Perdonadme, clase —se excusa el profesor, que pone bien las notas y mira de soslayo el peque?o ojo negro brillante de una de las cámaras que hay encaramada en una esquina del aula.

Perdiz se pregunta si los agentes de la Cúpula se habrán enterado de su comentario sobre el ?hermoso barbarismo?. ?Puede ocurrir tan rápido? ?Serían capaces de cargárselo por eso? ?Lo quitarían de en medio allí mismo, delante de toda la clase?

Glassings sale al pasillo y el chico oye voces y murmullos. Arvin Weed, el cerebrito de la clase, sentado delante de Perdiz, se vuelve y lo mira inquisitivo, como si él tuviera que saber lo que está pasando. Perdiz se encoge de hombros. La gente tiene la fea costumbre de pensar que él sabe más que nadie, y todo porque es hijo de Ellery Willux. Incluso a alguien en un puesto tan alto se le tienen que escapar cosas, eso es lo que creen todos. Pero no es así, a su padre nunca se le escapa nada, y precisamente esa es una de las razones por las que está en un puesto tan alto. Además, desde que vive interno en la academia, apenas han hablado por teléfono y menos aún se han visto. Perdiz es uno de los internos que se quedan todo el a?o, como su hermano Sedge, que fue a la academia antes que él.

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